Esa mañana, una familia de Buriatia en Siberia, descubrió unas manchas grises en el fondo del patio, tres gatos pequeños abandonados a los que llevaron a la casa mientras esperaban a que apareciese su madre, pero la madre nunca regresó y los gatos comenzaron a crecer.
En pocos días, sobre el pelaje gris de los gatos nacieron motas redondas y oscuras, los dientes y las garras crecieron con mucha rapidez y en menos de dos semanas en lugar de maullar gruñeron asustando a Fix, el otro gato doméstico que vive con la familia.
Sorprendidos, estos siberianos comenzaron a investigar en Internet de qué raza eran aquellos gatos, de apariencia inofensiva, y comprobaron que se trataba de cachorros de manul, especie en peligro de extinción que habita en las estepas de Mongolia y Siberia.
Estos gatos salvajes se hallan en el Libro rojo de los animales en peligro de extinción de Rusia y por ello la familia se comunicó con expertos del departamento silvestre para que recogieran a los cachorros de manul, también conocidos como gatos de Pallas.
Los expertos dedujeron que la madre fue atropellada, pues la casa se encuentra cerca de una carretera, y se llevaron a los ejemplares al Museo Etnográfico de Ulan-Udé, capital de Buriatia, con la esperanza de que una gata de Pallas, que acaba de parir, los adopte.