Aislados del mundo desde hace 60 mil años, vive una comunidad de menos de 200 personas en la isla de Sentinel del Norte, en el Golfo de Bengala, que defiende esa libertad disparando flechas contra cualquiera que intente visitar la isla, de 60 kilómetros cuadrados, donde no hay puertos naturales.
El propio gobierno de la India, en cuya jurisdicción se halla la ínsula, prohíbe que la gente se acerque para proteger a los sentineleses de contagios de enfermedades como gripe, varicela o sarampión, pues a causa de su aislamiento no han desarrollado un sistema inmunológico que los resguarde.
Sólo unos pocos atrevidos han logrado llegar hasta allí, como el director del Estudio Antropológico de la India Trilokinath Pandit y otros colegas suyos, en 1991, sin que los recibieran con hostilidad, pero el encanto duró sólo un día y tuvieron que irse para no morir bajo una nube de flechas.
En 2018, un joven misionero estadounidense llamado John Allen Chau pidió a un pescador que lo acercara a la isla, su intención era convertir al cristianismo a los sentineleses, pero en cuanto puso un pie en la costa llovieron flechazos sobre su cuerpo mientras gritaba: “Jesús los ama.”
Los especialistas consideran que es una comunidad primitiva de origen asiático, pese a que sus rasgos y características físicas y genéticas son similares a las de los pueblos africanos antiguos, tiene su propio idioma, y se dedica a la caza y la recolección, pero desconoce las artes de la agricultura.
Lejos de las principales rutas marítimas de la Bahía de Bengala y con la prohibición legal india de que ninguna embarcación puede acercarse a menos de cinco kilómetros de la ínsula, estos seres no sometidos por ningún gobierno y ninguna iglesia viven también al margen del letal coronavirus.
Con información de La Nación