Por Simón Benítez Hoil
En los últimos años, el municipio de Othón P. Blanco, cuya cabecera es Chetumal, ha enfrentado una crisis de seguridad pública que parece no tener fin. Durante el actual trienio, la administración ha nombrado a cinco directores de seguridad pública, el último hace escasos días, todos ellos provenientes de la marina. Sin embargo, lejos de mejorar la situación, la inseguridad ha aumentado, poniendo en evidencia que la estrategia adoptada, si es que la hay, está fallando rotundamente.
El municipio, por su vasta extensión y el elevado número de comunidades rurales, requiere de acuerdo a estándares de operación, al menos 800 elementos de seguridad pública. No obstante, apenas cuenta con aproximadamente 250 policías, lo que resulta insuficiente para enfrentar la creciente ola de delitos y garantizar la seguridad de los ciudadanos. Esta carencia de personal no solo deja a la población en un estado de vulnerabilidad, sino que también sobrecarga a los pocos elementos disponibles, afectando su capacidad de respuesta y efectividad.
El error de recurrir exclusivamente a militares y marinos para ocupar cargos de seguridad pública ha quedado al descubierto. Si bien estos profesionales poseen una formación robusta en defensa y operaciones tácticas, la seguridad pública demanda habilidades y enfoques diferentes, centrados en la prevención del delito, la proximidad con la comunidad y la protección civil. La militarización de la seguridad pública ha demostrado ser una medida insuficiente e inadecuada para abordar los problemas de delincuencia que enfrentan municipios como Othón P. Blanco.
Es urgente que las autoridades reconsideren su estrategia y adopten un enfoque integral que contemple no solo la cantidad necesaria de elementos, sino también la formación adecuada en temas de seguridad pública. Es fundamental fortalecer las capacidades locales, fomentar la participación comunitaria y establecer mecanismos de vigilancia y prevención eficaces. La seguridad no puede seguir siendo tratada con paliativos; requiere de una planificación seria y comprometida que garantice un entorno seguro y tranquilo para todos los habitantes del municipio.
La situación en Chetumal y sus alrededores no es solo una cuestión de números y nombramientos; es una cuestión de vida para sus ciudadanos. La seguridad pública debe ser una prioridad, es imperativo y hasta exigible que se adopten medidas efectivas para enfrentar la creciente ola de inseguridad que azota a esta, otrora calmada, región.