Tokio.- Cinco títulos de campeón mundial, cinco de campeón panamericano y, desde hoy, cuatro de campeón olímpico. El cubano Mijaín López volvió a hacerlo este lunes en Tokio, a sus 38 años y sin que ningún rival le inquietara en los cuatro combates que ha disputado.
‘El Niño’, como le llaman por su sencillez pese a su aspecto de gigante, es un misterio insondable para sus competidores y una especie rara en el mundo de la lucha.
Se deja ver tan poco por las competiciones internacionales que sus rivales no tienen ocasión de estudiarle y plantear una estrategia para vencerle.
Ni siquiera compitió en 2019 en los campeonatos del mundo clasificatorios para estos Juegos. Acudir, acudió; pero solo a mirar. En su categoría, los 130 kilos de lucha grecorromana, participó Óscar Pino, que se proclamó subcampeón mundial y logró así la plaza para Cuba.
Al ser para el país y no nominal, ya se dio por sentado que ese billete lo emplearía el insigne Mijaín, que se reserva para las grandes ocasiones. Hoy hizo de esa plaza el mejor uso posible.
El oro convierte al luchador de Pinar del Río en el mejor de la historia en categoría masculina, igualando los cuatro que tiene también la japonesa Kaori Icho, ganadora en Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012 y Río 2016 en -63 kilos.
Mijaín López mide 191 centímetros y pesa alrededor de 130 kilos. Casi siempre algo más, porque el gladiador considera que “el principal rival es el peso” y lucha a diario para mantenerlo a raya. Las horas previas a una competición son siempre de estricta dieta, las posteriores de un gran festín reparador.
Las privaciones son difíciles “porque rompen con la tradición de nosotros los cubanos”, dijo,”que nos gusta comer arroz congrí (arroz con frijoles negros) y carne de puerco”.
El soviético Aleksandr Medved, tres veces campeón olímpico de lucha libre entre 1964 y 1972, dijo que un luchador debe tener “la fuerza de un levantador de pesas, la agilidad de un acróbata, la resistencia de un corredor y la destreza táctica de un ajedrecista”.
Todas esas virtudes reúne Mijaín, aunque la que prima es la resistencia, porque él asiste inmutable al paso por el colchón de rivales de menor edad que no consiguen ponerle freno.
En Tokio se impuso en octavos al rumano Alin Alexuc, de 31 años; en cuartos al iraní Amin MIrzazadeh, de 23; en semifinales al turco Riza Kayaalp, de 31; y en la final al georgiano Iakobi Kajaia, de 27. En esta última apuesta, logró vencer a su contrincante al puntuar 5-0, tras dos asaltos.
Su futuro es otro misterio. Se quiere retirar, pero no de un día para otro. Y ya ha designado como sucesor a Óscar Pino, el luchador que ganó para él la plaza olímpica. Es uno de los compañeros de entrenamiento que conoce su apetito voraz, en la mesa y en la colchoneta.
Natalia Arriaga / EFE