Debido al encarcelamiento de vivir las 24 horas en casa, a causa de la tempestad viral del coronavirus, el 70 por ciento de los niños en México muestran ansiedad, otros se volvieron adictos a los videojuegos, casi todos engordaron y muchos disminuyeron su aprovechamiento académico.
Esta experiencia traumática ha impedido que los niños mantengan sus convencionales ritos de socialización, lo cual les genera estrés intrafamiliar y conflictos con sus padres, y en otros casos han desarrollado un aislamiento social del que quizá no salgan si se retorna a la vida que llaman normal.
Antes de la pandemia, se estimaba que en México había cuatro millones de menores con ansiedad y tristeza asociadas con la depresión, ahora los especialistas calculan que son más de seis millones, quienes, además, han tenido un aprendizaje pobre y han naufragado en un agujero de sedentarismo.
Como en las novelas y películas de ficción, donde se especulaba sobre un futuro regido por las máquinas, estos niños han transmutado sus mecanismos de relaciones con el mundo por el uso de la tecnología y con ello se van perdiendo los hábitos tradicionales considerados más humanos.
Una posible solución, aunque la pandemia parece no tener fin, consiste en reinsertar a estos niños en los ambientes escolares para que crezca su autoestima, compartan con sus semejantes de manera no virtual y adquieran más conocimientos para salir adelante con sus propias vidas ante la incertidumbre.