Madrid, España.- Un equipo internacional de investigadores ha puesto sobre la mesa un plan para mejorar la conservación de los ecosistemas subterráneos, tras observar que la biodiversidad que acumulan ha sido tradicionalmente ignorada en las agendas globales de conservación.
Los investigadores han analizado más de 700 artículos científicos que se han publicado durante las últimas décadas sobre la conservación de especies o de hábitats subterráneos y han comprobado que sólo el 6.9 por ciento de esos ecosistemas están protegidos, en su mayoría porque se superponen con áreas protegidas.
En el trabajo, que se ha publicado en la revista Biological Reviews, ha participado la investigadora del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) Susana Pallarés, quien ha subrayado que estos ecosistemas se encuentran entre los hábitats más extendidos de la Tierra y prestan servicios esenciales para el mantenimiento de la biodiversidad y el bienestar humano.
“Sin embargo, sabemos muy poco de ellos, lo que dificulta la planificación y el diseño de estrategias de conservación efectivas”, ha señalado en una nota difundida hoy por el Museo.
A su juicio, es fundamental documentar bien las medidas de conservación aplicadas en el medio subterráneo para evaluarlas y saber cuáles son más adecuadas para una determinada especie, comunidad o ecosistema, y ha asegurado que la revisión que ha realizado este equipo servirá para sentar las bases para dirigir los esfuerzos “y utilizar los escasos recursos destinados a la conservación de la biodiversidad de la manera más eficiente en los próximos años”.
Muchas actividades humanas, como la sobreexplotación de recursos o el turismo, suponen una amenaza directa para los ecosistemas subterráneos y su rica biodiversidad, según los investigadores, que han observado que sin embargo se desconoce hasta qué punto las intervenciones de conservación aplicadas son efectivas.
El equipo propone una hoja de ruta para mejorar las acciones de conservación en los ecosistemas subterráneos de todo el mundo, con el objetivo de que sean “más prácticas, efectivas y duraderas”.
Las escasas evaluaciones realizadas se han centrado en los paisajes atractivos, como las cuevas terrestres, y con un sesgo claro hacia murciélagos y algunos artrópodos, pero los sistemas de más difícil acceso, como fisuras, los sistemas anquialinos (cavidades terrestres con conexión al mar a través de canales subterráneos) y las cuevas marinas siguen estando “inexploradas y desprotegidas”.
Tampoco están convenientemente protegidas las plantas y los microorganismos (bacterias, arqueas, hongos unicelulares y virus) que también los habitan y desempeñan un papel fundamental en los ecosistemas subterráneos, según los investigadores.
Entre las amenazas, las más estudiadas son la contaminación, la perturbación debido al turismo y el cambio de hábitat, han señalado los científicos, que han observado que falta información sobre los efectos del cambio climático, las especies exóticas, los patógenos y la sobreexplotación.
El trabajo evidencia además una cobertura geográfica desigual del conocimiento actual sobre las intervenciones de conservación entre las zonas del norte (paleártica y neártica), más estudiadas, y las zonas del sur (afrotropical e indomalaya), menos analizadas.
Sólo el 6.9 por ciento de los ecosistemas subterráneos conocidos se localizan bajo algún tipo de zona protegida a nivel mundial, y la mayoría de esos sitios están protegidos porque se encuentran dentro de un área protegida establecida para especies o ecosistemas que viven en la superficie, ha detallado Pallarés.
En este sentido, los autores consideran también relevante “evaluar hasta qué punto las áreas protegidas en la superficie contribuyen a la conservación de los ecosistemas que se encuentran debajo.
EFE
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