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Carlos Fuentes, un grande en tiempo presente

Ciudad de México.- Una década después de su muerte, el escritor Carlos Fuentes es recordado en tiempo presente como uno de los mexicanos más grandes del siglo XX, que dejó una huella con sus novelas, cuentos y ensayos, pero fue más allá de eso.

Políglota, polemista y con una lúcida capacidad de análisis sobre la política, Fuentes sacó provecho de su niñez nómada, gracias a la cual aprendió a la par inglés y español, tuvo acceso a los libros y a personalidades como el pensador Alfonso Reyes, quien a los dos años lo sentaba en sus rodillas y más adelante fue su tutor.

“Hasta que no te leas ‘Rojo y negro’, de Stendhal, no regresas a mi casa”, le dijo alguna vez Reyes al aprendiz de escritor, quien pasó su vida como lector voraz y sentía debilidad por “Absalón, Absalón”, la prodigiosa novela de William Faulkner.

Nacido el 11 de noviembre de 1928 en Panamá, donde su padre Rafael Fuentes Boettiger se desempeñaba como diplomático, en sus primeros años de vida el niño Carlos también vivió en Ecuador, Uruguay, Río de Janeiro y Washington, donde adquirió el acento nativo de su inglés en la escuela primaria Henry D. Cooke. 

Fuentes debutó como escritor de ficción en 1954 con el cuaderno de cuentos “Los días enmascarados”, que incluyó la obra “Chac Mool”, una de las piezas de mejor acabado en la literatura mexicana del siglo pasado; sin embargo su entrada a las grandes ligas de la literatura fue en 1958, con “La región más transparente”.

Sus novelas no se parecen entre ellas. “Aura”(1962), narrada en la segunda persona del singular, apresa al lector con su prosa limpia, más allá de una pretendida sencillez; “La muerte de Artemio Cruz” (1962) retrata la corrupción y los vicios de la revolución, y la ambiciosa “Terra nostra” (1964) es una novela con tintes de enciclopedia, por mencionar otras tres de sus joyas. 

Fuentes también puso belleza con sus cuentos, encabezados por “Chac Mool” y fue una voz portentosa como escritor de ensayos sobre diferentes temas, varios de ellos retomados con textos como besos en su libro “En esto creo”, una bitácora de ideas y vivencias.

UN HOMBRE COMPROMETIDO        

Para el Nobel Mario Vargas Llosa, quien como Fuentes es uno de los iconos del “boom latinoamericano”, el autor de “El Naranjo” vivió comprometido con los problemas políticos y culturales de su tiempo y fue un promotor cultural obsesionado con unir a escritores y lectores del español a ambas orillas del Atlántico.

“Trabajador, disciplinado y entusiasta, y al mismo tiempo un gran viajero, con una curiosidad universal”, aseguró Vargas Llosa hace 10 años este domingo, cuando su amigo cerró los ojos.

Premio Cervantes, embajador, ganador de numerosos reconocimientos y amigo de Jefes de Gobierno, Premios Nobel e intelectuales, Fuentes recorrió mundo. Vestía bien, sabía de música, cine y dibujaba caricaturas, sin embargo, mantuvo una actitud humilde en su andar por la vida.

“Le preguntaba al editor Ramón Córdoba qué se sentía revisar a Carlos Fuentes y me decía que era uno de los autores más agradecidos, respetuosos y humildes”, recordó esta semana Mayra González, editora de Alfaguara.

Crítico de la política de Estados Unidos hacia América Latina, simpatizó con la Revolución cubana, pero luego se distanció, al darse cuenta de la falta de libertad y el totalitarismo del Gobierno de Fidel Castro. Su voto siempre fue en contra de las dictaduras, llegaran de la ideología que llegaran.

UNA DAGA EN EL PECHO DEL HOMBRE

Carlos Fuentes sufrió dos veces el dolor más grande que puede sentir un ser humano: la pérdida del hijo. En 1999 falleció en Puerto Vallarta su primogénito Carlos, fotógrafo, poeta y pintor, y en el 2005 perdió a su hija Natasha.

 “Los tengo juntó a mí a la hora de crear…cuando murieron los incorporé en mi escritura y ahora no escribo una línea sin pensar en ellos. Es mi manera de mantenerlos vivos y me sirve mucho para sentirlos cerca”, le confesó al escritor Xavi Allen, autor de la poderosa obra “Aquellos años del boom”.

Silvia Lemus, segunda esposa de Fuentes, recuerda a su marido como un espía amoroso que la vigilaba escondido cuando se maquillaba o regaba las plantas. “Se despertaba temprano, desayunaba dos piezas de pan y un té y se ponía a trabajar”, recuerda la periodista.

Alguna vez el maestro aseguró que cuando dejara su cuerpo, en sus libros lo encontrarían. Es lo que hacen sus lectores y amigos para mantenerlo con ojos abiertos, una década después.

“Carlos Fuentes sigue vivo entre los estudiantes, entre los jóvenes, especialmente con ‘Aura’, un libro que se lee ahora mucho más que antes”, aseguró hace unas horas la novelista Rosa Beltrán.

El dato confirma una verdad con tanta belleza como el suelo de la ciudad alfombrado de jacarandas en marzo y abril: Carlos Fuentes sigue siendo un mexicano grande en tiempo presente.

EFE

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