Mauricio Navas, un colombiano de 40 años de edad, plantó un árbol con las cenizas de su padre para que sus nietos puedan recordarlo a través del bosque, y lo mismo hizo Alejandra Arenas en la reserva de El Pajonal de Cogua, a 70 kilómetros de Bogotá.
Hasta la fecha, cientos de familias colombianas que perdieron a sus seres queridos en la pandemia han sembrado más de tres mil árboles, para que sus recuerdos reverdezcan en hojas, troncos y flores, como reafirmación de que la vida sigue después de la muerte.
Atraviesa Colombia el instante más crítico de la pandemia en medio de la apertura económica y las multitudinarias manifestaciones antigubernamentales, ya supera cuatro millones de casos confirmados y en total han muerto de covid-19 101 mil 947 personas.
En otras partes del país, azotado por violencias múltiples, mucha gente imita ya esta iniciativa y el propio gobierno prometió crear el “Bosque de la esperanza”, en Cundinamarca, que tendría 60 mil árboles y un costo superior al millón de dólares.
Este homenaje, con el que se fecunda de algún modo a la naturaleza, ayuda a que los familiares superen el duelo que implica la muerte y que se apueste por la ilusión no sólo de preservar la memoria de gente buena, sino también de que habrá un lindo porvenir.