Bruselas, Bélgica.- Escuelas, centros de trabajo y otros espacios de convivencia urbanos son el tema central de una exposición estrenada esta semana que reúne proyectos de Barcelona, Bruselas y Basilea (Suiza), en el marco de una iniciativa para conectar las ciudades a través de la arquitectura contemporánea.
La Brasserie de la Senne, una fábrica de cerveza construida hace poco más de un año en Tour et Taxis, antigua zona industrial de la capital belga que se ha convertido en zona residencial de moda, acoge la exposición y a la vez forma parte de la misma.
Desde que se estrenó el “Cities Connection Project” en 2013, solo dos urbes participaban en cada edición, que además cuenta con debates, visitas y eventos para poner en contacto a arquitectos, urbanistas, universidades y responsables de instituciones.
La novedad en su sexta edición, muy esperada tras el parón impuesto por la pandemia, es que por primera vez el “Cities Connection Project” acoge tres ciudades, explican a Efe el arquitecto catalán Xavier Bustos y el suizo Nicola Regusci, fundadores de la iniciativa.
“La pandemia ha modificado nuestra forma de comunicarnos, de entrar en relación unos con otros y nuestro sistema de trabajo. Los espacios de vida compartidos son más que nunca lugares indispensables, llevados a jugar un papel catalizador de los intercambios sociales”, explican los organizadores.
Cada ciudad aporta una veintena de proyectos, muchos de ellos desarrollados por arquitectos muy jóvenes.
Se trata en su inmensa mayoría de intervenciones apoyadas por las administraciones públicas, que buscan humanizar las ciudades y hacerlas más habitables.
En el caso de Barcelona, se incluye por ejemplo la supermanzana del barrio de Sant Antoni, una intervención que ha permitido eliminar el tráfico y peatonalizar la zona y que ha generado opiniones muy polarizadas entre defensores y detractores, según reconoce Bustos.
Otro proyecto en Barcelona, aunque de iniciativa privada, es el “Nest City Lab”, en el barrio de Poblenou, una antigua fábrica reconvertida en espacio de trabajo colaborativo y laboratorio para las ideas y hábitos saludables.
Entre los proyectos belgas destaca el “Chateau Winson”, en la localidad de Fosses-la-ville, un antiguo edificio noble transformado en ayuntamiento, centro cultural y de ayuda social.
Algunos de los autores, todavía con escasa experiencia profesional, estaban “sorprendidos por el hecho de haber sido seleccionados” para participar en la edición de este año, explicó el arquitecto catalán, que subrayó la búsqueda exhaustiva que se lleva a cabo para dar con propuestas “novedosas”.
Aunque hay diferencias claras en la manera de proyectar y construir el espacio público en Barcelona, Bruselas o Basilea, por un lado marcadas por el tipo de clima, pero también por aspectos como las dimensiones de los proyectos o por la calidad de los materiales utilizados, los proyectos comparten un elemento común: “la calidad de la arquitectura”, añadió Bustos.
El mismo arquitecto opina que en Bruselas se hace una arquitectura “más fresca, no tan preocupada por los detalles” como en Barcelona y que en Basilea se cuidan más los acabados.
Cada vez que la exposición del “Cities Connection Project” se mueve de una ciudad a otra, lo hace acompañada de un séquito de arquitectos, muchos de ellos autores de los proyectos.
Pagan esos desplazamientos de su propio bolsillo, lo que demuestra el interés y valor de la iniciativa, indicó a Efe Nicola Regusci.
Estas “conexiones” que se desarrollan desde hace años producen resultados concretos, como la colaboración entre arquitectos catalanes y belgas para llevar a cabo la rehabilitación del teatro “Variétés” en Bruselas, que será transformado en un laboratorio internacional para la creación artística.
Tras su paso por la capital belga, que concluirá el próximo 25 de noviembre, la exposición se podrá visitar en Basilea en mayo de 2022 y en Barcelona en octubre del mismo año.
Marta Borrás
EFE